SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

El contorno capitalista desdibuja los perfiles propios de una cooperativa. Este mismo fenómeno ocurrió en el capitalismo incipiente.-

 

Estos impulsos en las empresas capitalistas y en las cooperativas, que hemos simplificado mucho para explicarlo, pero que realmente reflejan lo que ocurre en la práctica, pueden venir, sin embargo, algo desfigurados, por la razón que antes hemos señalado: las empresas cooperativas nacen y se desarrollan, en la actualidad, en un entorno dominado por la forma capitalista de producir. Y por lo tanto los fenómenos y movimientos que se producen en su interior son entendidos, interpretados, como se entienden e interpretan esos mismos fenómenos y movimientos en el seno de una empresa capitalista.

El dinero que mensualmente retira un trabajador de su cooperativa, se le considera un salario; y sabemos que no lo es. El dinero que ponen en común los socios para adquirir los medios de trabajo, es considerado como el capital de la cooperativa; pero sabemos que no lo es. La cooperativa compite en el mercado con sus productos como una empresa más, y, sin embargo, ella no tiene que buscar, como las otras, la ganancia media para su empresario, puesto que esta figura no existe en la cooperativa.

¿Qué ocurre con esta serie de juegos simulados (“parece como si fuera, pero no lo es”)?, ¿Por qué se comporta así una sociedad cooperativa?

Una sociedad cooperativa, en el seno de una sociedad basada en una producción dominante de tipo capitalista, tiene que “vestirse” de empresa capitalista, para poder reproducirse.

Las instituciones que se han montado para reproducir al conjunto productivo que lidera la empresa capitalista, parten del modelo de ésta para dar forma a los instrumentos que cumplen las labores de ejecución en esa función que reproducción.

El salario mínimo interprofesional sirve de módulo (de metro), en infinidad de cálculos de impuestos, de la Seguridad Social, de operaciones mercantiles. La ganancia, el beneficio empresarial; es, asimismo una base para múltiples operaciones en la vida ordinaria de una empresa. En las operaciones de crédito se utilizan también unidades de medida que son propias de las empresas capitalistas.

En este mundo de salarios, beneficios (ganancia), acumulación del capital, etc, es donde nace y se reproduce hoy una empresa cooperativa; una empresa en la que esos conceptos carecen de sentido. Y esta contradicción teórica, tiene en la práctica diaria su reflejo: la simulación.

Hemos de comportarnos como si fuéramos obreros. Que cobramos un salario; pero el salario es un coste que ajusta el empresario de forma tal que permita al menos la ganancia media; pues, tendremos que calcular una ganancia sobre el “capital” que manejamos. ¿Y qué haremos con esa ganancia? Pues, comportarnos como empresarios: Cubrir reservas y el resto lo volveremos a invertir en la propia empresa, para mejorar los procesos (mejor maquinaria), o para aumentar la escala (hacer más grande la empresa o montar otra).

Y así, aunque seamos una cooperativa, nos hemos comportado “como” se comporta una empresa capitalista cualquiera.

Esto último que acabamos de decir, es cierto, pero no es del todo cierto.

Para completarlo hay que añadir que la empresa es nuestra. Que si pasa algo, “esto” es nuestro. Y eso nos da una cierta tranquilidad. Además, una cierta tranquilidad con fundamento. La empresa no es ninguna maravilla, funciona más o menos como las otras, como la competencia capitalista, pero es nuestra; no es de ningún empresario que nos pueda dejar tirados.

Y con estas bases reales, más o menos, se van creando y van desarrollándose en nuestro país, en toda Europa, cooperativas de producción, aunque también, de crédito, de consumo, de enseñanza, etc.

Nos interesan, principalmente, las de producción porque representan, son, directamente las rivales de las empresas capitalistas en todos los terrenos de la producción, y en este campo se jugará la supremacía de unas u otras, teniendo en cuenta, de una forma especial, muy especial, la opinión, la imagen que de las mismas tengan los propios obreros, que son quienes las han de empujar, empujar y crear.

           Lo que fue la primera fase en el capitalismo, nos sirve para entender mejor esta primera fase en la producción cooperativa.

Las reglas, las normas, que regulan el funcionamiento global del capital, no se mostraron claramente hasta que el capitalismo logró su madurez, imponiendo dichas reglas o leyes a todo el conjunto productivo, incluidas las formas minoritarias. Sin embargo, desde sus comienzos, se podían predecir gran parte de estas grandes leyes de su funcionamiento. Bastaba con tener ante la vista la composición y el funcionamiento de una de las empresas capitalistas que ya funcionaban y se reproducían.

Lo mismo, cabe suponer, ocurre con la producción en cooperación. Observando cómo funciona y se reproduce una empresa cooperativa, se podrían tener los rasgos generales del comportamiento de una producción compuesta de empresas de este tipo.

Por lo que aquí nos interesa, no nos vamos a detener más que en algunos aspectos especiales.

En sus aspectos generales, una producción en que el dominio corresponda a las empresas cooperativas, no se ha de diferenciar mucho de otra de tipo capitalista.

Por lo tanto, se trata de producir mercancías para competir en el mercado. Mercancías producidas por trabajadores que utilizan la misma tecnología, los mismos medios, los mismos conocimientos, que los que trabajan para el capital. Utilizando los mismos mecanismos en el intercambio (mercado, corredurías, notarias, registros, instrumentos bancarios –letras, pagarés-, créditos, hipotecas); los mismos medios de financiación (disposición de dinero a través de los Bancos, las Cajas, la Bolsa); las mismas instituciones para aseguramiento del funcionamiento normal de todos estos instrumentos (fuerzas de seguridad, tribunales, Administración General, etc) En una palabra, una forma de producir, de trabajar; de producir y reproducir una sociedad, tan solvente como la capitalista.

Y en esto radica su viabilidad, la posibilidad de su realización. No se cambian los medios técnicos, no se cambian las instituciones. No hay ninguna revolución. No se presenta en ofrecimiento ninguna utopía. Ningún cambio radical que producirá una humanidad nueva.

Esta “entrada suave” se diferencia claramente de la primera fase del comunismo soviético, en el que los cambios bruscos y violentos, anunciaban la implantación de una producción distinta, y un vuelco espectacular en el mundo de las instituciones. En la medida en que ésta es la idea que sobre el comunismo en general quedó en la mayoría de los trabajadores, todos ellos acusarán también esta gran diferencia de presentación entre este mundo de la cooperación y el comunismo “conocido de toda la vida”. Entre otras cosas, porque puede ser la primera vez en su vida que encuentren alguna relación entre una cooperativa y el comunismo.

Respecto a la socialdemocracia, esta primera fase (que hemos llamado, para entendernos) de la producción cooperativa, concuerda plenamente con sus “modos suaves” (no revolución, no lucha de clases). Lo que ocurre es que la socialdemocracia tiene su centro de gravedad, su teatro de operaciones, su terreno de actuación, en el corazón de la producción capitalista, en la relación entre el capital y el trabajador; y ahí pone todo su ahínco, todo su esfuerzo, todos sus medios, materiales e intelectuales, tratando de mejorar las condiciones en que el trabajador queda en esa desigual relación. Y en eso, consideran ellos, consiste el socialismo. Quizá piensan que ése es el único comunismo posible.

La primera fase del trabajo en cooperación, sin embargo, consiste en ir colocando en el terreno de la producción los granos de la simiente de otro sistema, de otra manera de producir, de otra manera de trabajar. El enfoque, la dirección del empeño, no está en el terreno de la confrontación capital-trabajo, se centra, sin embargo, en la relación del trabajador con “sus” medios de trabajo. Se empieza, en esta fase, a perder de vista el capital como eje ordenador de la producción. Todavía se trata solo de un enfoque, de los primeros pasos de un ensayo, pero en este escenario el capital no juega ningún papel.

 

Los aspectos generales, ya hemos visto no son muy llamativos; la producción en cooperación puede pasar casi desapercibida.

Los aspectos especiales que la hacen distinta, cobrarán su color y se harán visibles, a lo largo de sus reproducciones sucesivas, cuando las principales condiciones de su reproducción hayan sido puestas por las mismas empresas que se reproducen; y no como ahora, que han de utilizar las condiciones de reproducción de las empresas capitalistas.

Para entenderlo bien, hemos de recordar la figura que utilizábamos para describir el proceso que seguimos para tener un mejor conocimiento de la realidad que nos rodea. Se trataba de ir quitando capas a la cebolla, hasta poder ver más claro en sus capas más interiores.

Estamos hablando de la empresa cooperativa. La forma en que nos la presenta la apariencia directa, es la de una empresa, montada por los trabajadores, con “capital” de los propios trabajadores, cuya finalidad es la de otra cualquier empresa capitalista: producir bienes, llevarlos al mercado, y con su valor, cubrir los gastos, procurarse un salario, y como no hay empresario, dedicar la ganancia a mejorar la empresa y recuperar el “capital” puesto inicialmente.

Esta descripción no es falsa; pero es parecida a la que haría de un coche un conductor que conoce los pedales, la dirección, el motor, la transmisión y las ruedas; pero que no le pregunten en qué consiste la diferencia entre el que funciona con gasolina, del diesel o del coche eléctrico; o si le piden cuál será el coche del futuro.

Para responder a eso, hay que conocer más cosas del coche; no solo cómo funciona por fuera.

La cooperativa no es una empresa, cuyo capital lo ponen los trabajadores, para procurarse un salario, y disponer de la ganancia, puesto que no hay empresario. Esa manera de verlo, se parece a lo que decía un muchacho de mi pueblo: “mi madre hace un arroz con leche de garbanzos, riquísimo”. Será garbanzos con leche, le decíamos. “No, no. Es arroz con leche, pero que en lugar de ponerle arroz, le pone garbanzos”, nos aclaraba.

Uno, parte de lo que conoce para acercarse a lo que desconoce. La empresa capitalista es el arroz con leche, y de ahí partimos. Se trata de una empresa en que el capital lo ponen los obreros; cobran su salario y disponen de la ganancia, puesto que no hay empresario. Pero, que en lugar de ser así, resulta que no se trata de capital, que no se trata de salario, ni se trata de ganancia. Pues, entonces, habría que aclarar, se tratará de garbanzos con leche, y no de arroz con leche. Pero como los garbanzos con leche no nos suenan a nada, no nos recuerdan nada, acudimos  a los conocido, el arroz con leche, y luego empezamos a quitar (arroz) y poner (garbanzos).

La cooperativa es un centro (un aparato) de producción, en que los medios de trabajo los ponen los propios trabajadores, y cuya finalidad es elaborar productos para llevarlos al mercado, venderlos, y apropiarse su valor.

Es la misma definición que daríamos del taller de un artesano, dónde, de la misma forma, no aparece por ningún sitio, ni el capital, ni el salario, ni la ganancia, ni el empresario. Lo que obtiene un artesano, al vender el producto de su trabajo, no es una ganancia, ni es un salario; ni lo que invierte en su taller en medios de trabajo es capital. Eso son conceptos que sirven para entender un tipo de relación  muy particular en la producción: el capitalista. Pero que, como vemos, sólo son aplicables a esa forma de trabajar.

A la forma de trabajar, más concretamente, a la forma de relacionarse el trabajador con los medios de trabajo, en el caso del artesano, no son en absoluto aplicables estos conceptos.

En el caso de que el artesano, juntara su taller al de otro artesano, estaríamos en el mismo supuesto. Y si se juntan cinco artesanos en una taller de todos ellos, estaríamos, asimismo, en un tipo de producción en que no son de aplicación los conceptos propios del capitalismo. Pues bien, eso es una cooperativa; exactamente eso, es una cooperativa. A la que, por lo tanto, no hay motivo alguno para aplicar, ni a sus elementos, ni a sus relaciones, los conceptos como salario, ganancia, capital, etc.

Es que es una forma de producir, nueva. No hay que partir de otra forma conocida (la capitalista), para explicarla. No es arroz con leche, pero de garbanzos.

Es una cosa nueva: garbanzos con leche.

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Por: Miguel Ángel Sámano Rentería y Ramón Rivera Espinosa. (Coordinadores)

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